Tras los pasos de los sefardíes, los judíos de Andalucía

Si viajas al sur de España para seguir los pasos de los judíos de Andalucía, conocerás una apasionante historia, con episodios traumáticos pero también con grandes destellos de luz que alumbran todavía hoy algunos de los rincones con mayor encanto de la región. En estas líneas te contamos todo lo que debes saber sobre los sefardíes, cuya historia y legado se han convertido ya en uno de los atractivos turísticos de la región. 

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No hay unanimidad sobre el comienzo de la historia de los judíos en Andalucía. De hecho, hay quien sostiene que los hebreos pudieron tener algún tipo de contacto, esencialmente comercial, con el sur de la Península Ibérica ya en tiempos de Salomón (siglo X a.C). Para ello se argumenta que Tartessos, la civilización que ocupó tierras de Sevilla, Huelva y Cádiz en aquel entonces, es la Tarsis que se menciona en libros como el de Isaías o el de Jeremías. Por otro lado, la tradición oral entre judíos españoles indicaba que los primeros asentamientos en España se produjeron tras la caída del Primer Templo de Salomón. 

Sin embargo, las evidencias arqueológicas más antiguas de España nos remontan al siglo IV d.C y llegan precisamente de un yacimiento andaluz: Cástulo, una antigua ciudad iberorromana de la actual provincia de Jaén. De este periodo (comienzos del IV d.C) es el documento más antiguo del que inequívocamente se habla de los judíos en lo que hoy es Andalucía: el Concilio de Elvira, en la actual provincia de Granada, haciendo referencia a que sus gentes eran prósperas y de ánimo proselitista.

Tras la caída del Imperio Romano y el posterior dominio visigodo (cristianos arrianos), la comunidad judía local pasó por dos fases. En un primer momento, en el siglo VI, hubo una cierta tolerancia hacia ellos: si bien no se permitían matrimonios mixtos o la construcción de nuevas sinagogas, sí se permitía restaurarlas o mantener sus propios tribunales. Sin embargo, a finales de ese siglo, con la conversión de Recaredo al catolicismo, llegó una época de persecución y represión. 

 

 

Calle Judería de Córdoba

Los judíos en Al-Andalus

La persecución visigoda hizo que muchos judíos del sur de España cruzaran el Estrecho hacia el territorio recién conquistado por los árabes en el norte de África. O según algunos historiadores, propició la solicitud de ayuda a estos desde la Península Ibérica. Cierto o no, lo que sí está claro es que a partir de 711, tras el desembarco musulmán en la península, la comunidad judía les prestó ayuda, por ejemplo en la custodia de ciudades como Córdoba o la mencionada Elvira. 

Una vez que la conquista se consolidó, los judíos de Al-Andalus (territorio de la península dominado por los árabes) recibieron el trato de dhimmi o ‘gentes del Libro’: por el hecho de profesar una religión monoteísta abrahámica, recibieron un trato de relativa permisividad, como también sucedía con los cristianos. Aunque se les situaba en un escalón inferior al de los musulmanes, se les garantizaba la propiedad de sus bienes y la libertad de culto. Y como contrapartida, debían contribuir con el pago de impuestos a los gobernantes islámicos.

Moshe Ben Maimonides
Moshe Ben Maimonides

En cuanto al trato de los judíos de la Andalucía musulmana, se puede hablar de tres fases.

  • En un primer momento, durante el Emirato y el Califato de Córdoba y durante los reinos taifas, la situación fue de tolerancia, como mencionábamos anteriormente. Eso ha dado lugar a que muchos historiadores hablen de una auténtica Edad de Oro, que dio figuras destacadas como Maimónides de Córdoba, médico, filósofo, astrónomo y rabino, o escuelas talmúdicas como las de Córdoba o Lucena
  • Tras las invasiones almorávides y almohades del siglo XII, la tolerancia religiosa se redujo drásticamente, provocando expulsiones o conversiones masivas, especialmente con los segundos. 
  • La persecución, en cambio, no ocurrió después en el único territorio árabe que quedó en el sur de la península desde los siglos XIII al XV: el Reino de Granada

Los judíos en la Andalucía cristiana medieval

Por lo que respecta al lado cristiano de lo que hoy ese Andalucía, en la mitad occidental desde el siglo XIII, la situación en un principio también fue de relativa tolerancia, principalmente en los círculos cercanos al rey, aunque la equiparación general de derechos con los cristianos solo se dio en determinados momentos. Figuras como Fernando III el Santo o Alfonso X el Sabio dieron siempre buen trato a la comunidad judía de la región. Ocupaban cargos de gran importancia en la Corte: gracias a que la educación era una obligación básica del judaísmo para poder leer la Torá, los miembros de esta comunidad estaban capacitados para desempeñar labores de médico, banquero, recaudador de impuestos o incluso tesorero real, entre otros oficios. 

En cambio, la situación de los judíos en la Andalucía cristiana de aquél entonces también empeoró, principalmente en los siglos XIV y XV. El odio antisemita se difundió entre las gentes, a menudo alentado por predicadores cristianos que les acusaban de la muerte de Jesús, de la propagación de epidemias o de la subida de impuestos, por su actividad de prestamistas reales. 

Ese fue el caldo de cultivo para el surgimiento de la Inquisición, que se instauró en Sevilla en 1480 para, entre otras cosas, perseguir las prácticas judaizantes entre conversos andaluces. Y de hecho, en 1483 se decretó la expulsión de los judíos de Andalucía, 9 años antes de la expulsión definitiva de 1492. En este caso, se les obligó a abandonar los territorios de Córdoba, Sevilla y Cádiz para poner rumbo a Extremadura, aunque hay dudas sobre el grado de cumplimiento de esa orden. 

La expulsión de 1492

El Edicto de Granada de 1492, promovido por Tomás de Torquemada y aprobado por los Reyes Católicos  decretó la expulsión o la conversión de todos lo judíos de Andalucía y de los reinos de Castilla y Aragón en general. Aunque algunos optaron por la conversión, la mayoría abandonó tierras españolas, en dirección al norte de Marruecos, Venecia y otros muchos lugares, como Portugal y, de ahí, a América, donde en las tierras recién descubiertas se aplicaban las leyes con mayor laxitud. 

Fue un gran mazazo. Por supuesto, en el plano económico, pues tuvieron solo cuatro meses para vender sus inmuebles y bienes antes de la partida, lo que en realidad les llevó a malvenderlo todo. Pero también en el plano emocional, de hecho aún hoy se considera éste como uno de los episodios más dolorosos de la historia del pueblo judío en general, un agravio comparable a las diásporas del mundo antiguo. 

Tras la expulsión, los agravios a sus descendientes se mantuvieron, con persecuciones de la Inquisición entre los conversos que judaizaban (conocidos popular y despectivamente como marranos) y los estatutos de limpieza de sangre después, en los que se aupaba a los ‘cristianos viejos’ por encima de los conversos. Por otro lado, Castilla en general y Andalucía en particular sufrieron un gran impacto por la pérdida de miles de personas cualificadas en puestos de difícil cobertura. 

Tras la expulsión, curiosamente, es cuando surgió el nombre de sefardí para referirse a los judíos de Andalucía y de España, puesto que se comenzó a identificar a la Península Ibérica con el territorio del Sefarad bíblico. En sus nuevos destinos, los lazos no se perdieron, ni mucho menos: se mantuvieron aspectos culturales como la gastronomía, la música o la lengua judeoespañola o ladino, aún en uso y con un parecido sorprendente al castellano antiguo. 

La profunda nostalgia por la partida queda simbolizada en la llave de la casa española o de la sinagoga local que, según la tradición, se llevaron consigo las familias sefardíes y que aún conservan a buen recaudo en un cajón de sus actuales residencias, con la esperanza de volver y de que sirva para abrir de nuevo sus hogares y sus recuerdos. 

Las juderías de Andalucía

Judería es el nombre que reciben los antiguos barrios de judíos en Andalucía y en España en general, y que expresa una realidad muy parecida a la de este tipo de zonas en otros países del mundo, como los mellah marroquíes. Por lo general, eran áreas amuralladas o cercadas por motivos de seguridad, no muy lejanas a los palacios reales o a las residencias de los gobernantes debido a la estrecha relación que mantenían con algunos miembros de la comunidad. De noche, sus puertas de acceso se cerraban a cal y canto, aunque eso no impidió numerosos asaltos a lo largo de la historia. Sus calles solían estar empedradas y sus edificios eran a menudo asimétricos, adaptándose a la topografía del lugar, lo que en la actualidad regala al turista ángulos, recodos y perspectivas dignas de fotografía

No hay constancia de que la población hebrea viviera separada del resto durante la época romana, pero sí durante la dominación de los árabes, que impusieron la separación de las comunidades con criterios etno-religiosos, pues también había arrabales para los mozárabes (de religión cristiana). Esta práctica se consolidó también en los territorios reconquistados, dejando los espacios centrales de la ciudad a los cristianos, mientras los árabes ocupaban las morerías y los judíos, las juderías. 

Caminos de Sefarad

En las últimas décadas se ha materializado un proyecto para la recuperación de las juderías de toda España, llevado a cabo por la asociación Caminos de Sefarad. Más de una veintena de municipios se han sumado a la iniciativa, desarrollando planes de restauración y divulgación del legado sefardí en estos barrios.

Tres barrios judíos de Andalucía forman parte de esta red y son:

  • Córdoba: situada en lo que hoy es el barrio del Alcázar Viejo, con entrada por la Puerta de Almodóvar. Conserva buena parte de su trazado original e importantes edificios, destacando la mencionada sinagoga. Fue el lugar de nacimiento e infancia de Maimónides, así como el hogar de Hasday ibn Shaprut, fundador aquí de una de las escuelas talmúdicas más prestigiosas del mundo judío.
  • Jaén: se encontraba en el casco viejo actual, entre lo que hoy son las calles Martínez Molina y Huertas. El trazado del barrio nos recuerda su pasado como judería, conservándose solo algunos puntos interesantes como el monasterio de Santa Clara que albergó la iglesia de la Santa Cruz, que en su momento fue la sinagoga. 
  • Lucena: más que judería, se podría hablar de ‘ciudad judía’ puesto que en los siglos IX y XII su espacio intramuros estuvo habitado exclusivamente por sefardíes. Aquí hubo una importante escuela talmúdica y un gran cementerio, que se excavó arqueológicamente para su recuperación. Su apelativo de ‘la Perla de Sefarad’ nos permite comprender su importancia

Además de estas tres juderías de Caminos de Sefarad, no podemos olvidar que hubo otros barrios de uso exclusivo para habitantes judíos en Andalucía. Es el caso de la de Sevilla, ubicada en el actual barrio de Santa Cruz, la de Granada, en lo que hoy es el Realejo, o la de Málaga, entre la calle de San Agustín y la calle de la Alcazabilla. 

Otros atractivos turísticos relacionados

Los interesados en conocer el pasado de los judíos en Andalucía encontrarán otros atractivos turísticos interesantes. Por ejemplo, el Museo de la Cultura Sefardí de Granada, ubicado en una casa típica granadina de la judería, en la colina del Mauror del barrio del Realejo. O la Casa de Sefarad-Casa de la Memoria, de Córdoba, en otra típica casa de vecinos de la judería, donde se puede hacer un recorrido expositivo sobre la vida cotidiana y cultura sefardíes. 

Por otro lado, la asociación Caminos de Sefarad organiza festivales culturales y musicales, como el Septiembre Sefardí de Lucena, el Otoño Sefardí de Córdoba o el Festival Internacional de la Música Sefardí, también en Córdoba. Además, existe la Sefarad Card, una tarjeta de fidelización para conseguir descuentos en establecimientos y servicios turísticos relacionados con la comunidad sefardí. 

Casa de Sefarad
Casa de Sefarad

Resulta difícil establecer cuál es el número actual de judíos en Andalucía, puesto que los datos varían según las fuentes y se refieren a todo el país: desde 12.000 hasta 50.000. La vuelta de sefardíes fue progresiva, principalmente desde que la Constitución de 1869 estableciera por ley la libertad de culto. A comienzos del siglo XIX se crearon sociedades filoserfardíes para difundir su cultura y para estrechar lazos con las comunidades del norte de África. 

Y en tiempos más recientes, cabe destacar la ley 12/2015 por la que se otorgaba la nacionalidad española a quienes pudieran demostrar su origen sefardí. Esto motivó numerosos viajes de judíos a Andalucía para realizar este trámite, procedentes en buena medida de América. Se estima que cerca de 5.000 personas se acogieron a esta posibilidad. 

Movidos o no por este deseo de adquirir la doble nacionalidad, lo cierto es que ha aumentado enormemente la actividad turística de los judíos en Andalucía. En sus viajes no solo descubren los episodios más importantes de los sefardíes en la región, muchos de los cuales son tristes y negros, sino que también visitan lugares de enorme belleza, aún conservados en nuestros días como la sinagoga de Córdoba o la sinagoga del Agua, en Úbeda (Jaén), o se adentran en juderías que aún hoy conservan buena parte de su encanto.

Y por supuesto, el rico patrimonio judío andaluz está abierto a viajeros de todo tipo, de cualquier credo y procedencia, pues supone una magnífica manera de divulgar el legado sefardí y promover el diálogo interreligioso.