Un crisol de culturas en Andalucía
La Andalucía actual es el resultado de un auténtico crisol de culturas que han dominado sus tierras desde tiempos inmemoriales. Pocas regiones en Europa e incluso en el mundo pueden presumir de tener un pasado tan rico y variado como el de esta comunidad autónoma. Por ello, en esta página te mostramos una breve historia de Andalucía, sabedores de que muchos detalles y episodios importantes quedarán en el tintero, pues cada provincia y cada ciudad tienen a su vez su propia historia, que repasamos en cada una de las páginas dedicadas a ellas.
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A día de hoy, la primera evidencia de la presencia de la especie homo en Andalucía se remonta al Paleolítico Inferior, dentro de la cultura achelense (400.000-70.000 a.C.). Sin embargo, algunas hipótesis en desarrollo apuntan a una llegada anterior, lo que podría indicar que se usó el estrecho de Gibraltar como puerta de entrada desde África hacia Europa.
En cualquier caso, en una breve historia de Andalucía como esta, no puede faltar una mención a importantes yacimientos arqueológicos de períodos posteriores, como por ejemplo:
- Cueva de la Carihuela, en Piñar, en Granada
- Cueva de Zájara, en Cuevas del Almanzora, en Almería
- Cuevas gibraltareñas
En el que apareció el homo sapiens, se usaron las cuevas como refugio y surge el arte rupestre. En Andalucía, tiene su propio estilo, llamado ‘arte sureño’:
- Cueva de la Pileta, en Almería
- Cueva Ambrosio, en Almería
- Cueva de las Motilla, en Granada
- Cueva de Malalmuerzo, en Granada
- Cueva del Morrón, en Jaén
- Cueva de Nerja, en Málaga
Aunque se desarrolló ya la agricultura y la ganadería, muchas cuevas siguieron usándose como vivienda y como lugar de enterramiento. Destacan:
- Cueva de los Murciélagos, en Córdoba
- Cueva de la Mujer, en Granada
- Cueva de la Carigüela, en Granada
- Cueva del Tesoro, en Málaga
Lo más destacable en la Edad Antigua de la historia de Andalucía es quizá la influencia comercial e incluso la colonización de determinados territorios por parte de los pueblos venidos de otros lugares del Mediterráneo. Primero fueron los fenicios de Tiro, hasta el s.VI a.C., que se asentaron en lugares como Malaka y Cerro del Villar (Málaga), Gadir (Cádiz) o Sexi (Almuñécar). Casi a renglón seguido, llegó el turno de los cartagineses o púnicos.
Dentro de esta breve historia de Andalucía, merece una mención especial Tartessos, una civilización que surgió ya en la Edad de los Metales pero que se mantuvo con buena salud por sus relaciones con fenicios y luego con cartagineses, hasta su colapso hacia el 500 a.C. Su cultura aún está siendo estudiada, pero se desarrolló en las actuales provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz, y parece haber sido el resultado de la aculturación de los indígenas por influencia fenicia.
Heredera de Tartessos es Turdetania, en la Andalucía Occidental, siendo uno de los pueblos íberos más desarrollados hasta la llegada de los romanos (finales del s.III a.C.). Otros pueblos íberos contemporáneos y asentados en territorio andaluz actual fueron los bastetanos y los oretanos.
Este territorio, por cierto, era el final del mundo para los antiguos griegos, pues el Estrecho de Gibraltar fue donde el héroe Heracles (Hércules, para los romanos) instaló sus columnas para indicar que no había nada más allá (Non Plus Ultra). Como veremos más abajo en esta breve historia de Andalucía, sí que había mundo más allá… y Andalucía sirvió de base para descubrirlo.
Un capítulo destacado de esta breve historia de Andalucía hay que dedicárselo a la dominación romana. Desde el final de la segunda guerra púnica (siglo III a.C.), Roma se erigió como la potencia dominadora de la Península Ibérica. Al inicio, la Hispania Ulterior se correspondía a grandes rasgos con la actual Andalucía, aunque posteriormente hubo otras divisiones administrativas, pasando a denominarse Bética. Otras provincias romanas con territorios de la actual Andalucía fueron Lusitania y Cartaginensis.
Comenzó lo que se conoce como la romanización del territorio: una asimilación prácticamente total de esta cultura, lengua, legislación, economía, organización política… Y también supuso la plantación de la semilla de la cristianización, que arraigó y germinó con fuerza tiempo después.
En este territorio del sur de la Península Ibérica hubo grandes núcleos de población, unidos por importantes calzadas romanas: Corduba, Gades, Malaca, Iliberris, Hispalis, Itálica… La Bética nutría al Imperio de importantes productos, como minerales (incluido el oro y la plata), cereales, aceite, vino y garum, entre otros muchos.
Por tanto, Roma supone un episodio central en esta breve historia de Andalucía por sus grandes aportaciones culturales a la región, pero esta provincia romana también fue un lugar clave para el conjunto del Imperio, no solo por su importancia económica sino también por algunos de los ciudadanos que en ella nacieron.
En especial, estos personajes:
- Trajano (53-117 d.C.): emperador romano, nacido en Itálica
- Adriano (76-138 d.C.): emperador romano que sucedió a Trajano, del que era sobrino segundo por vía materna. Aunque no existe consenso acerca de su nacimiento en Itálica, sí parecen claros los orígenes de su familia en esta ciudad de la actual provincia de Sevilla
- Séneca (4 a.C. 65 d.C.): filósofo, natural de la ciudad de Corduba
Con la caída del Imperio Romano y las invasiones bárbaras a comienzos del siglo V d.C., comienza una nueva etapa en la historia de Andalucía, pues el pueblo que terminó por imponerse y asentarse en en el sur de la península Ibérica fue el visigodo. No obstante, su definitiva dominación del territorio fue lenta y progresiva, y no se culminó hasta la muerte del rey Leovigildo, a finales del siglo VI. Mientras se producía esa unificación, las costas andaluzas y amplias zonas del interior oriental andaluz estaban controladas por el Imperio Bizantino, heredero del Imperio Romano, que nombró a esta provincia Spania.
Malaca y Asidonia fueron dos de las grandes ciudades bizantinas andaluzas de este periodo. Y de la Andalucía visigoda, caben destacar varios personajes a nivel religioso: San Isidoro de Sevilla y San Hermenegildo quien, a pesar de nacer en Medina del Campo, fue gobernador de la Bética visigoda y con su conversión fue uno de los grandes artífices del abandono del arrianismo y la adopción del catolicismo como religión oficial.
Si bien todos los periodos son importantes en el conjunto de la historia de Andalucía, no exageramos si decimos que la invasión árabe a partir del 711 supuso un auténtico momentum. Y es que fue una una conquista que, paradójicamente, supuso un gran impulso para la región, a todos los niveles, especialmente a nivel cultural. Propició una convivencia, no siempre pacífica, entre hebreos, cristianos y árabes, con dominio de estos últimos, que llamaron genéricamente al sur peninsular Al-Andalus.
La primera entidad política que aquí se organizó fue el Emirato de Córdoba, inicialmente dependiente del Califato omeya de Damasco y posteriormente independiente del Califato abbasí de Bagdad, a partir de Abderramán I. Una independencia civil que posteriormente se convirtió también en religiosa, pues Abderramán III instituyó el Califato de Córdoba en 912, proclamándose de esta manera califa, es decir, sucesor mismo de Mahoma. La mezquita de Córdoba o el complejo palaciego de Medina Azahara son algunos de los mejores ejemplos de este periodo.
La expansión árabe fue tan grande que alcanzó casi toda la península ibérica, pero a partir del siglo IX comenzó un paulatino retroceso, fruto del avance reconquistador de los reinos cristianos del norte. Paralelamente, las divisiones internas propiciaron la caída del Califato en 1031, dando lugar a una descomposición territorial en diferentes reinos, conocidos como los Reinos de Taifas, siendo la Taifa de Sevilla una de las más importantes.
A finales del s. XI y durante el XII, se produjeron dos invasiones bereberes procedentes del otro lado del Estrecho de Gibraltar (primero almorávides y posteriormente almohades) que trataron de dar una mayor unidad a los reinos Taifas.
A comienzos del siglo XIII se produce un importante avance cristiano, cuyo principal hito fue la Batalla de las Navas de Tolosa (1212), episodio fundamental en la historia de Andalucía y de España en general, por haber supuesto la unión de los diferentes reinos septentrionales (Castilla, Aragón y Navarra). Como consecuencia de esa victoria surgieron posteriormente los reinos cristianos de Sevilla, Córdoba y Jaén, bajo dominio castellano aunque con cierta autonomía, mientras que bajo dominio musulmán quedó solo el de Granada, que había nacido con la dinastía zirí en el s. XI y que a partir de entonces estaría gobernada por los nazaríes.
Esta situación geopolítica, en la que la actual Andalucía quedaba dividida entre cristianos (noroeste) y musulmanes (sureste), se mantuvo durante aproximadamente dos siglos. En el lado cristiano, destacaron reyes como Fernando III el Santo y Alfonso X el Sabio, ambos enterrados en la catedral de Sevilla, que muestra en sí misma esa mezcla de culturas de la Andalucía medieval: un templo gótica iniciado a comienzos del siglo XV, cuyo campanario era el minarete de una mezquita musulmana del siglo XII. Y en el lado musulmán, la gran joya que ha llegado hasta nosotros es la Alhambra de Granada, símbolo del esplendor de la dinastía nazarí.
1492 es otro momento destacado de esta breve historia de Andalucía, como también lo es para España y para el mundo en general. Es la época del reinado de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, y la fecha en la que tomaron tres importantes decisiones, fraguadas precisamente en lo que hoy es Andalucía.
En primer lugar, termina la Guerra de Granada con la toma de la ciudad el 2 de enero, tras el acuerdo con el rey nazarí Boabdil. Esta guerra, que había comenzado mucho antes y que tuvo otros capítulos destacados (como la Batalla de Málaga en 1487) se considera el último episodio de la Reconquista. Meses después se produjo la expulsión de los sefardíes (judíos de Castilla y Aragón), ampliamente asentados en lo que hoy es Andalucía, como atestiguan importantes juderías (Córdoba, Jaén o Lucena). Y por último, la llegada de Cristóbal Colón, bajo bandera castellana, a América. Un viaje que se organizó en gran medida en la provincia de Huelva, como da cuenta de ello la ruta de los Lugares Colombinos.
De esta manera, se inaugura la Edad Moderna, con un papel central de España, y en particular de lo que hoy es Andalucía. Entramos así en una nueva etapa para la historia de Andalucía: la de la dinastía de los Austrias, con Carlos I y Felipe II como grandes exponentes del poder del nuevo imperio. Y aunque Felipe II estableció la capital en Madrid, los puertos andaluces mantuvieron un tráfico inusitado, especialmente el de Sevilla. Esto la convirtió en una de las ciudades más cosmopolitas y ricas del continente, gracias al establecimiento aquí de la Casa de Contratación, para fomentar los viajes a Ultramar y acaparar el monopolio de su comercio.
Otra consecuencia palpable en esta y otras muchas ciudades fue la proliferación de conventos y templos religiosos, impulsados precisamente por la misión evangelizadora en el Nuevo Mundo y por los recursos que de él llegaban. La fuerte defensa de la religión católica se extendió también a la relación con los moriscos que aún habitaban en territorio andaluz, como da cuenta de ello la crisis de la rebelión de las Alpujarras (1570-72) o la definitiva expulsión en 1609.
El mejor exponente de esta época dorada de la historia de Andalucía es el arte, en particular:
- La arquitectura, con su esplendoroso Renacimiento (catedral de Jaén, monumentos de Úbeda y Baeza) y su exuberante barroco (cartuja de Jerez de la Frontera y numerosas capillas). Un estilo que, por cierto, es aún más importante por su exportación a América Latina (catedral de Cuzco o catedral de México DF, entre otras)
- La pintura: es la época en la que surgen algunos de los más grandes pintores españoles, como Velázquez y Murillo
- La escultura: es el periodo de trabajo de importantes nombres como Pedro de Mena o Alonso Cano
No obstante, el siglo XVII es también el comienzo de un periodo de decadencia política y social y que también va a la par de la decadencia de España en el contexto internacional, durante el periodo que se conoce como el de los Austrias Menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), con diferentes revueltas sociales, en ocasiones por subidas fiscales.
La llegada de la dinastía borbónica en el siglo XVIII supone otro capítulo de la historia de Andalucía, en el que se adoptan medidas y reformas administrativas para intentar relanzar a la región, que comenzó a notar la pérdida de empuje en el comercio de las Américas con respecto a otras potencias, como la holandesa y la inglesa. Algunos ejemplos de esos intentos son la creación de la Casa de la Lonja, hoy Archivo General de Indias en Sevilla, o el traslado de la Casa de Contratación a Cádiz.
Pero estos intentos, en general, no fructificaron. Como tampoco lo hizo el proceso de industrialización, que no radicó en el sur peninsular como en otros puntos de España y de Europa. Una depresión que se agudizó con la invasión napoleónica y la paralela pérdida de las primeras colonias americanas. Las Cortes de Cádiz y su Constitución, la Pepa, fue solo un rayo de esperanza que acabó apagándose en las primeras décadas del siglo XIX, aunque sirvió de inspiración para el progresivo auge del liberalismo en ese siglo. El Museo de las Cortes de Cádiz lleva al visitante hasta este periodo en el que Cádiz se convirtió en la ‘capital’ de la España que se negaba a someterse al dominio francés.
Un liberalismo que, en verdad, estaba aún muy verde en Andalucía, pues con la Restauración monárquica tras la Gloriosa Revolución de 1868, el caciquismo vio en amplias zonas rurales de Andalucía un territorio perfecto para expandirse. Una realidad que convivió con otro fenómeno muy arraigado en la Andalucía profunda del siglo XIX: el bandolerismo. Y el mejor lugar para conocerlo es el Museo del Bandolerismo, en la localidad malagueña de Ronda.
Con todo, el breve periodo de bonanza económica que hubo en España hasta el desastre del 98, que algunos historiadores denominan “el veranillo de la historia de España”, aportó también algunos rayos de sol a la historia de Andalucía. En especial, algunos proyectos ligados a la industrialización del país. Por ejemplo, el desarrollo del ferrocarril o las explotaciones mineras de Huelva, impulsadas por la inversión inglesa, de la que son buenos ejemplos algunos monumentos como el Muelle-Embarcadero del Tinto y todo lo que se conoce como el ‘Legado inglés’, todo un recurso turístico para esta ciudad.
Esta breve historia de Andalucía llega al siglo XX, en cierta medida, marcada por algunas buenas intenciones de desarrollo. Por ejemplo, con la Exposición Iberoamericana de 1929, que mostró el deseo de la región de volver a abrirse al mundo, en especial al continente americano, con el que tantos lazos tuvo en centurias anteriores. Su principal legado fue la Plaza de España de Sevilla.
La II República española fue también, para muchos, un periodo de esperanza para el desarrollo y la igualdad social, pero también supuso la incubadora de un sentimiento anticlerical que explotó durante la Guerra Civil y dejó grandes destrozos en el patrimonio artístico de numerosas iglesias y conventos. Pero eso fue solo una de las muchas consecuencias de la contienda, que dejó una región exhausta y muy diezmada en población, con auténticos dramas familiares del que el fusilamiento de Federico García Lorca es el mayor exponente.
La posguerra fue especialmente dura en el sur de España y aunque, como el resto del país, comenzó a levantar ligeramente la cabeza en los años 50, Andalucía se mantuvo durante mucho tiempo en el vagón de cola de las regiones Europa.
El siglo XXI abre un nuevo capítulo de la historia de Andalucía. Una región que, sin querer obviar algunos problemas que debe resolver, está ya plenamente integrada en la Europa moderna actual: se trata de una sociedad abierta y tolerante, con servicios públicos y gratuitos de calidad, una red de transporte muy bien interconectada (autopistas eficientes, trenes de Cercanías, ferrocarril de alta velocidad, puertos de gran magnitud, aeropuertos internacionales, etc.) y una creciente profesionalización de sus sectores productivos.
Cierto es que el PIB per cápita en Andalucía es todavía sensiblemente inferior a la media europea e incluso a la española. Sin embargo, esta cuestión hace muy competitiva a esta región en uno de los sectores económicos con mejor salud: el turismo. Los precios relativamente bajos de Andalucía son un factor de atracción para viajeros internacionales, que disfrutan aquí de servicios de alta calidad en hostelería y transporte a bajo que el que encuentran otras regiones turísticas.